Fortaleza Mental por el Lic. Carlos Giesenow

¿A quién le echo la culpa ahora?
Hacerse cargo o no, esa no es solo la cuestión

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–           Mi compañero me dijo, “¿sabés cuánto hiciste hasta acá?” Y me quemó.

–           Fue un rapto de inspiración.

–           Este deporte no es para mí.

–           Siempre ando bien con llovizna.

–           ¡Qué mala suerte!

–           Este campo lo conozco bien.

–           Me puse nervioso.

–           Me hablaron justo que iba a pegar.

–           Cambié la marca de palos.

–           Mi profe es un capo.

–           Le quité la vista a la pelota.

–           El green estaba muy pisado.

–           Los bunkers no tienen suficiente arena.

–           Los bunkers tienen demasiada arena.

–           Los bunkers estaban duros.

–           Los bunkers estaban sin rastrillar.

–           La arena estaba mojada.

–           Traje mis medias de la suerte.

–           Me pusieron en el grupo con fulanito que no me lo banco.

–           Me la jugué y me salió.

–           Hay demasiado viento.

–           Estuve practicando mucho.

–           Me falta experiencia.

–           Corregí el grip.

–           Llegué tarde y no entré bien en calor.

–           Le puse mucha garra.

–           Leí muy bien las caídas.

–           Me quedé enganchado con cosas del laburo.

–           Estoy probando con un nuevo putter.

–           Tuve paciencia.

–           Anduve derecho con los hierros.

–           Los fairways tienen mucho movimiento.

–           Hoy no ligué.

–           Hoy me salieron todas.

–           El rough estaba largo.

Los seres humanos parecen tener una creatividad ilimitada a la hora de buscar motivos para explicar sus infortunios y sus aciertos, el listado anterior podría continuar eternamente. Las explicaciones que nos damos por los éxitos, los fracasos y, en general, por las cosas que suceden (una buena ronda, una mala ronda, un buen golpe, un golpe fuera de límites, etc.) tienen consecuencias a diversos niveles. A estas explicaciones los psicólogos las suelen llamar atribuciones causales o, simplemente, atribuciones.

El problema que tienen las atribuciones es que están basadas en percepciones. Es decir, nacen a partir de la evaluación subjetiva que la persona hace de la situación y muchas veces pueden no ser exactas. Sin embargo, este supuesto problema puede ser también una bendición y traer beneficios si lo sabemos emplear de manera inteligente.

Pueden ser un problema cuando afectan negativamente nuestra motivación, nuestro ánimo y nuestra confianza. Si me convenzo que me va mal, “…porque no nací para esto”, claramente me va a costar persistir en la búsqueda por mejorar ya que estoy convencido de que estoy predestinado a fracasar.

También un diagnóstico erróneo puede orientar mal la planificación y el trabajo a futuro, manteniéndonos estancados sin progresar o, incluso, haciéndonos empeorar (por repetir una solución que no es tal). No obstante, como contracara, cuando son apropiadas nos ayudan a orientar nuestro trabajo, a fortalecer nuestra motivación y autoconfianza, y, por ello, son la base para construir futuros éxitos.

Categorías de las explicaciones

Como se señaló, múltiples causas invaden la mente de los golfistas a la hora de explicar su desempeño. Este puede ser atribuido a factores físicos (mecánica del swing, grip, planos, estado físico, etc.), psicológicos (estado de ánimo, confianza, concentración, etc.), personales (problemas particulares, estrés, actitud, personalidad, perseverancia, decisiones tomadas), de las condiciones de juego (dificultad, viento, layout, suerte, algún hecho fortuito, juego lento), del equipamiento (palos, pelota, guantes), de los compañeros de juego (buena onda, mala relación, algún mufa en el grupo, nivel del grupo). También hay algunas explicaciones que se pueden considerar insólitas como cuando se apela a la astrología o al día del mes. Para ordenar todo esto y obtener conclusiones útiles, se han identificado patrones de los tipos de atribuciones que las personas realizan, organizando estas explicaciones en las llamadas categorías atribucionales. Estas categorías son:

          Estabilidad: Se refiere a si la causa atribuida es estable en el tiempo (permanente o constante) o si puede cambiar. Por ejemplo, mi estatura es estable en el tiempo (una vez alcanzada la adultez), al igual que el talento innato. En cambio, el esfuerzo que hice es inestable, es decir, puede cambiar de un momento para otro. Hay algunas cuestiones que son relativamente estables, como por ejemplo, el nivel de habilidad, que puede variar pero lo hace lentamente y no va a modificarse constantemente.

          Locus de causalidad o Internalidad: Se refiere a que la causa sea atribuida a uno mismo o a factores externos. Se clasifica en interno o externo. Mi talla o mi preparación son internas, las condiciones climáticas es un ejemplo de algo externo.

          Controlabilidad: Se refiere a si la causa está bajo control intencional o no. Por ejemplo, mi conducta está bajo mi control (aunque a veces algunos no se quieran hacer cargo de esto). En cambio, mi estatura es algo interno pero que no está dentro de mi control. Si alguien me lastimó o me perjudicó yo puedo juzgar como que fue algo que estaba dentro de su control (tuvo intención de hacerlo) o no.

          Globalidad: Se refiere a si esa causa es aplicable a todas las situaciones o si es específica. Si considera que esa explicación ocurre siempre o si solo se aplica en ciertas situaciones puntuales. Por ejemplo, si el golfista considera que no pasó la clasificación porque “siempre es lo mismo, siempre soy el mismo fracasado” se puede considerar que hace una atribución de tipo global. Como es evidente, las explicaciones globales tienden a causar emociones o estados de ánimo extremos y se relacionan con las etiquetas que nos ponemos (ganador, perdedor, pecho frío, etc.) [Ver El problema de las etiquetas https://mariocrisci.com/fortaleza-mental-12/ ].

Aclaraciones adicionales

Para detallar algo mencionado anteriormente, se puede señalar que el talento, entendido como algo innato, dado tal vez genéticamente, sería algo interno, estable en el tiempo e incontrolable. En cambio la habilidad, si lo definimos como talento más trabajo, sería algo interno, inestable y bastante más controlable que si lo tomamos como algo que nos tocó la varita mágica o no. Por otro lado, tomar lecciones con determinado profesor sería un ejemplo de algo externo, pero controlable si yo elegí trabajar con él o ella; también podría ser considerado inestable porque yo puedo trabajar con él o ella un tiempo, pero después cambiar. Lo mismo cabría para los palos con los que juego, por ejemplo.

Las personas generalmente tienen cierta tendencia a la hora de hacer atribuciones, se dice que adoptan estilos explicativos típicos. Algunos suelen echar siempre las culpas para afuera cuando pasa algo malo, intentando evadir su responsabilidad ante fracasos. Otros, por el contrario, siempre se hacen cargo de todo, aunque no les corresponda.

Asimismo, algunas personas tienden a sobreestimar el grado de control que tienen sobre las situaciones (y se vuelven “locos” en el proceso), y otros se sienten impotentes (y se ponen siempre como víctimas). Creer que tenemos cierto control (aceptando que nunca será total) sobre las cosas que influyen en nuestro juego ayuda a construir confianza.

Por otro lado, hacer atribuciones objetivas y acertadas suele ser un asunto complejo, sobre todo en un deporte como el golf en el que el límite entre lo que está dentro y fuera de nuestro control no siempre es tan claro.

Podés hacer un golpe excelente desde el punto de vista técnico e igual un mal rebote te castiga (si no, pregúntele a este señor: http://youtu.be/Dnk8WZZy_Bg ) o podés hacer un golpe espantoso, que pegue en un árbol y quede dada… Hasta se puede jugar bien, pero no hacer score. Por ello, muchas veces es necesaria la colaboración de otro(s) para hacer un análisis racional y encontrar las causas correctas.

Asimismo, si bien es importante la precisión de la atribución, también se puede aceptar que muchas veces hay varias explicaciones posibles e iguales de satisfactorias y usualmente es muy difícil definir una única causa. Esto también complejiza el análisis, pero abre la puerta a que usemos las atribuciones a favor.

El enfoque saludable

Para resumir la historia, en general se sugiere que los deportistas adopten lo que se llama un estilo atribucional saludable.
Esto quiere decir que es importante que se hagan responsables tanto de sus logros como de las decepciones. Este estilo atribucional saludable consiste en:

          Ante éxitos realizar atribuciones internas, controlables y estables. El golfista siente orgullo porque consiguió los objetivos en base a virtudes propias que además se van a sostener en el tiempo (“vencí porque soy perseverante”, “…porque soy dedicado”, “…porque soy consistente”, la palabra clave acá es soy). Esto ayuda principalmente a reforzar la autoconfianza, la motivación (al sentirse competentes) y genera perspectivas positivas a futuro.

          Ante fracasos realizar atribuciones internas, controlables e inestables. El jugador se hace cargo de lo sucedido, pero atribuir causas a factores inestables permite tener en mente la posibilidad de modificar las cosas en el futuro. Las cosas salieron mal porque en ese momento sucedió algo que se puede hacer de manera diferente la próxima ocasión (uno no se esforzó lo necesario, tomó malas decisiones de juego, se preparó de manera insuficiente, no había estudiado bien la cancha, no pudo controlar sus emociones, etc.).

Generalmente, cuando el golfista fracasa merma su autoconfianza pero este enfoque ayuda a cambiar esa percepción. Al darse cuenta de las cosas que pudo haber hecho mal en realidad se convierte en un mejor competidor. Ahora sabe cosas que antes desconocía, cuestiones que aprendió a través de los errores cometidos y eso puede ayudarlo a ser un contendiente más completo e inteligente si sabe incorporar la lección que el fracaso le brinda.

Este estilo atribucional aconsejado tiene como base lógica que reconocerse los méritos es fundamental para construir autoconfianza. Por otro lado, admitir tu responsabilidad cuando las cosas no salen cómo querías abre la puerta al aprendizaje. Si siempre es la culpa de los demás o de otras cosas va a ser difícil ver progresos, pero achacar fracasos a factores estables (“soy malísimo”, “no nací para esto”, “soy pecho frío”) es una conducta autoderrotista que va a alimentar los temores, destruir la autoconfianza y llevar eventualmente al abandono.

Esta recomendación también guía la conducta de los profesores e instructores que quieren desarrollar este enfoque saludable en sus jugadores. Ante buenos desempeños de sus jugadores, es conveniente elogiar aspectos como su esfuerzo, preparación, persistencia, disciplina, dedicación, manejo emocional (que son controlables aunque inestables), más que hacer atribuciones a factores no controlables (como el nivel de otros jugadores o las condiciones de juego) o que tienden a ser inmodificables (como su talento). De esta manera, los jugadores van a tender a estar más preparados para perseverar y seguir con confianza ante la adversidad. Si la base de su confianza está construida sobre su talento, cuando las cosas no le salgan no va a tener donde recurrir, porque va a sentir que su don simplemente se agotó o que solo depende de la fortuna que le toque. Además, a la hora de diseñar el plan de trabajo basado en el análisis realizado es importante que se enfaticen los factores que están bajo el control del propio jugador ya que son los entrenables.

Cuando está permitido no hacerse cargo

En suma, las investigaciones sugieren que los deportistas que adoptan el estilo atribucional saludable tienden a aprender más, a rendir mejor y, en definitiva, a ser más exitosos en el largo plazo. Sin embargo, y pese a esta regla general, al investigar y observar qué tipos de atribuciones causales hacen los deportistas exitosos mientras están compitiendo se descubrió algo sumamente curioso. Éstos, muchas veces, durante el juego, tienden a “externalizar” (echar las culpas para afuera) ante los errores.

Es un mecanismo (quizá no del todo consciente) para proteger la autoconfianza. Así se escucha “¿esa ráfaga de dónde salió?”, “este palo tiene mal el fitting”, “que mala suerte con ese pique”, incluso la culpa puede recaer muchas veces en el caddie que se convierte en una especie de punching bag humano, responsable de haber dado un consejo erróneo, sugerido el palo equivocado o hecho una mala lectura del hoyo.

Esto, que en primera instancia puede resultar llamativo, termina teniendo lógica a fin de preservar la confianza en sí mismo, que, mientras estamos jugando, apuntamos a que se mantenga incólume. Creer esa explicación-excusa le brinda al jugador la tranquilidad suficiente para llegar al próximo golpe con la convicción en su juego intacta (total, su último fallo no fue su responsabilidad).

Estos jugadores emplean lo que se suele llamar un sesgo atribucional favorable.

Entonces, en medio del “fragor de la batalla” puede ser una estrategia aconsejable guardar las críticas para después, echarle la culpa por los errores a todo lo demás, a cualquier cosa que se cruce salvo a uno mismo. Sin embargo, cuando los palos ya están todos descansando en la bolsa es recomendable hacer un análisis lo más objetivo posible y asumir la responsabilidad para poder crecer a partir de esa experiencia ya que realizar atribuciones apropiadas nos ayudan a extraer lecciones de lo que pasó.

La cuestión no es sólo hacerse cargo o no, es también saber cómo y cuándo hacerlo.